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Sobre mi mismo.

Con el impulso insolente de la juventud, después de concluida mi especialidad en Francia, me aboqué a la lucha contra el cáncer, desde el ámbito hospitalario, como jefe de servicio, como instructor de residentes, como docente universitario, y como redactor de artículos médicos en medios de difusión pública y conferencias sobre el cáncer.

Consideraba, que mi abultado currículo, la participación en prolongadas horas de congresos y jornadas nacionales e internacionales de oncología, me otorgaron el derecho, a decidir conductas terapéuticas sobre mis pacientes, en virtud de las irreflexivas verdades de la ciencia.

El destinario de mi esfuerzo como objetivo final era aniquilar sea como sea al cáncer, sin considerar las necesidades y deseos del paciente, quien “para su bien”, debía someterse dócilmente, y sin cuestionamientos, al rigor de los fríos protocolos con drogas de moda para el caso.

Afortunamente en los últimos 30 años, y a medida que transitaba junto a mis pacientes el apasionante camino de la medicina, se iba disipando en mi omnipotencia, y fui cambiando en mi manera de actuar, al ir creciendo como persona, a medida que se reforzaban los vínculos con el enfermo, en su entorno, y en cada situación de crisis vital.

Los hombres y sus escrúpulos desafían y luchan contra sus debilidades con la máscara de la omnipotencia, pero cuando son sacudidos por el cáncer, o éste alcanza a sus seres amados, se vuelven invariablemente a la verdadera dimensión de la única vida terrenal que se tiene, entonces, depositan en el médico la veneración y la fe, que suscita la magia todopoderosa para lograr su salvación.

Fueron estas irrepetibles vivencias y experiencias en la relaciones médico paciente, que motivaron mi enriquecimiento humano, y compromiso como médico persona, al reconocer por fín al enfermo de cáncer, como un paciente persona.

Así fui descubriendo en el tiempo, el misterioso desafío de saber cuál era en mí, la verdadera vocación y motivación de gozo, en la práctica de esta profesión médica que me deslumbra desde la niñez, y sobre todo el porqué de la elección de la oncología como especialidad.

Es así, en la mirada del enfermo, aprendí que la verdadera esencia del arte médico, estaba, más allá de las incontables horas de investigaciones del laboratorio, conferencias, congresos, y toda actividad académica de la especialidad que finalmente me encandilaban, aumentando mi vanidad, y no me permitían ver al hombre sufriente que subyacía tras la enfermedad.

Pienso que la oncología en una especialidad demasiado importante para confiarla a personas que no tienen tiempo para escuchar al enfermo, comprenderlo e identificar sus dudas.

Por eso, cada paciente reprensenta ahora para mí, un desafío, un problema nuevo con su diagnóstico, grado de extensión y evolución de la enfermedad, pero también, con su requerimiento, sus entorno, su dignidad, su cultura, su angustia, y apreciación de los tantos efectos secundarios del cáncer, y sus diferentes tratamientos.

Tengo en cuenta todo esto, entre otras cosas, para diseñar una estrategia terapéutica éxitosa, a pesar, de los múltiples factores que la ciencia aún no domina, le sean tan poco conocidos e inclusive insospechados de la biología, de la enfermedad, del hombre, y de los distintos tratamientos.

Esta, es la problemática de la medicina de la incertidumbre, que hasta ahora nadie, me había dicho o enseñado en la facultad de medicina.

Los médicos a pesar del escudo de omnipotencia que muchos utilizan como protección, somos solamente individuos frente a la especie, con éxitos y fracasos, y no, los poseedores de las verdades absolutas, y dueños de la vida y la muerte de nuestros pacientes.

Sostengo que es muy fácil ser buen médico, solamente basta con olvidarse de uno mismo.

En la ayuda del prójimo sin condiciones, en un acto de fé, amor y compromiso humano, ahí radica el secreto.

Esta manera de abordar la problemática del tratamiento del cáncer, teniendo en cuenta fundamentalmente, la dignidad del paciente como persona, motiva este artículo con la finalidad de aclarar dudas y se puedan disipar las fantasías y los temores que la enfermedad cáncer genera, y su significancia social.

Dr. César Bertacchini
Oncólogo.
Buenos Aires, Argentina.